¿Qué me pasa contigo?
Si hay una pregunta que me haya hecho una y otra vez desde que nos
conocimos es esa.
Hay quien escribe para
desahogarse, otros que escriben porque es su modo de revelarse contra
las injusticias de la sociedad. Yo, en cambio, escribo por un motivo
mucho más egoísta. Escribir es la única forma que encuentro para
poder poner un poco de orden a mis pensamiento. Sin las palabras
estos vagan perdidos por mi mente como un sin fin de sinsentidos
caóticos que no me dejan pensar, que me asaltan cuando menos me lo
espero y me roban la concentración con sus distracciones continuas.
No alcanzo a comprender
el motivo por el cual te has vuelto a colar justo ahora en mi mente
conviertiendote en unos de esos fantasmas que creía olvidados y que
son temidos por mi razón. Algún día tendré que pedirle
explicaciones a las Moiras, pues no calcularon bien la fiabilidad del
hilo con el que hilaron la hebra de mi vida, llenándola de absurdos.
Supongo que antes de
intentar contestar la pregunta que ha hecho que este escribiendo a la
una de la madrugada esta publicación, tengo que hacer un poco de
autocrítica ,y recordar lo que me ha llevado a plantearme lo que
siento por ti (siempre he sido muy racional dentro de mi locura
sentimentaloide).
Volviendo la vista atrás
puedo decir sin miedo a equivocarme que te conocí cuando más lo
necesitaba.
Yo acaba de salir, si es
que alguna vez entré, de una relación que me había dejado
seriamente tocada. Una relación de esas que seguro que cualquiera de
vosotros ha tenido, de las que le quieres tanto que te duele, de esas
en las que, aunque en el fondo sabes que te va a romper, no puedes
evitar intentarlo una y otra vez. Eres totalmente consciente de que
podrías estar sin él, incluso de que eso sería lo mejor, pero solo
pensar que un día no recordarías su sonrisa. ni como te hace reír,
ni sus mordiscos en tu hombro cuando estabas descuidada, te parte en
dos.
Definitivamente, yo era
adicta a ÉL. Dicen que el primer paso para superar una adicción es
admitirlo. Bueno, pues yo lo hice. Era una yonki, necesitaba sus
besos tanto como el dolor que me provocaban sus cambios de humor
constantes.
Por lo tanto decidí
seguir el consejo que cualquier psicólogo que se precie me habría
dado: “alejarme de mi foco particular de adicción”. Por lo que
me alejé de EL. Y tanto que lo hice, huí lo mas lejos que pude,
pero nadie sabe mas que una madre... ni siquiera un psicólogo...y
ellas ya lo dice... “ a los problemas de cara.. que sino siempre
vuelven”. Y ÉL volvió, pero eso ya vendrá mas tarde...
En mi huida te encontré
a ti. Comenzamos siendo amigos, de esos con los que sientes una
conexión instantánea, casi de otra vida, y es que yo creo que tu y
yo ya nos conocíamos porque es imposible esa afinidad que sentí
nada mas conocerte. A ninguno nos pareció extraño que buscáramos
cualquier excusa para vernos y estar juntos, y es que contigo las
horas se hacían minutos. Me gustaba la pureza de sentimientos que
siempre había entre nosotros y que con ÉL nunca tuve.
Con el tiempo me di
cuenta de que de verdad te gustaba estar conmigo, que te preocupabas
por mi, esto nunca te lo llegue a confesar, pero era la primera vez
que sentía que alguien me veía de verdad y, mas importante aún,
que le gustaba lo que veía. Me hacías sentir especial cuando te
acordabas de lo que te decía hasta cuando ni yo misma lo hacía, y
es que a veces sentía que estabas mas pendiente de mi que yo misma.
Con nadie me he sentido
mejor que contigo, pero eso también conllevaba su parte negativa
porque tenia que vivir con la presión de intentar ser perfecta para
no decepcionarte, porque eso no lo podría soportar, ni entonces, ni
ahora.
Creo que todas las
personas que conocemos a lo largo de nuestra vida en mayor o en menor
medida influyen en nosotros, en nuestra manera de ser y de percibir
los sucesos ya acontecidos o los que tendrán lugar durante nuestra
existencia. Tu has tenido un peso reverencial en la mía, has
conseguido reconstruir algo que otros antes que tu destruyeron, me
has arreglado, has curado mis heridas. Me limpiaste, me cosiste y me
pusiste a funcionar de nuevo.
Poco a poco, algo que me
había parecido imposible en un principio, estaba sucediendo, me
estaba olvidando de ÉL. Las comparaciones inevitables, que al
principio hacía continuamente e inconscientemente, cada vez eran mas
escasas y cuando surgían casi siempre salías ganando.
Por ejemplo, ÉL siempre
se reía por todo, cuando tu te reías eras sincero y merecía la
pena esperar solo para ver las dos arruguitas que se formaban en la
comisura de tus labios, como si tu risa fuera algo tan excepcional
que lo tuvieras que hacer entre comillas.
No se en que momento me
enamore de tí, no se si fue nada mas verte o me fuiste ganando poco
a poco, con tus caricias, tus palabras y tu sinceridad. Pero lo que
si que se es que cuando llego el momento de la despedida, fui
totalmente consciente de que perdía a una persona que significaba
mucho mas de lo que me había querido admitir a mi misma durante todo
este tiempo.
Supuse que con el tiempo
perderíamos cada vez más el contacto y así fue. Yo volví a mi
vida, y a recaer en mis viejos malos hábitos y tu... bueno, tu
pusiste de tu parte para que siguiéramos hablando, pero ya sabes que
a mi las relaciones cordiales no se me dan nada bien.
Ahora, casi dos años
después, vuelves a aparecer, obligándome a replanteármelo todo
otra vez. Y es que eres perfecto. Eres el hombre que todo padre
quiere para su hija, el preferido de las abuelas y el perfecto para
formar una familia. Un hombre hecho y derecho, un hombre, como dice
la expresión (aunque nunca la entenderé), “que se viste por los
pies”. Eres mi decisión racional.
Pero luego esta mi
corazón, que solo se para y late cuando ÉL lo hace funcionar. Es un
amor de esos que te consume, que te hace perder la cabeza pero que te
hace sentir más viva que nunca. Es la montaña rusa de los
sentimientos, cuando estas arriba te sientes la reina del mundo,
capaz de todo pero cuando estas abajo... mejor ni hablamos.
Me gustaría saber cuando
es el momento en el que hay que dejar de intentarlo, cuando te tienes
que dar por vencida y decidir que la parte irracional no te va a
llevar a la felicidad, que nunca tanta bipolaridad fue buena, que a
la larga eso cansa. Yo estoy harta de luchar por algo que se que
tiene fecha de caducidad. Se que con ÉL no podre tener mi final
feliz.
En ti encontré el
impulso para poder abrir los ojos y ver que aunque la montaña rusa
fuera mi atracción preferida, quizás si me subo a otras podría
descubrir que son incluso mejores y más divertidas. Así que, si tu
quieres, podemos probar juntos con el tren de la bruja.